13. CAPITAL=ARTE O LE BADINAGE.. Las Sirenas: realmente parece que cantaban; pero de un modo insatisfactorio, pues sólo dejaba entender la dirección en que se abrían las verdaderas fuentes y la felicidad verdadera del canto. Sin embargo, con sus cantos imperfectos, que no eran sino un canto venidero, conducían al navegante hacia ese espacio en el que verdaderamente comenzaría el cantar. Por tanto no lo engañaban, sino que lo llevaban realmente a su objetivo. Pero, una vez alcanzado el lugar, ¿qué es lo que pasaba?, ¿qué lugar era ése? Uno en el que ya sólo se podía desaparecer, porque en esta región de fuente y origen hasta la música había desaparecido más radicalmente que en ningún otro paraje del mundo: mar en que se hundían, sordos, los vivos, y en que las sirenas – lo que prueba su buena voluntad- un día tuvieron, también ellas, que desaparecer. ¿De qué naturaleza era el canto de las Sirenas? ¿Cuál era su punto débil? ¿ Por qué este fallo hacia ese canto tan poderoso? Los unos siempre han respondido que era un canto inhumano: un ruido natural sin duda (¿es que hay otros?), pero al margen de la naturaleza, en todo caso extraño para el hombre, muy profundo y despertando en él ese placer extremo de caer, imposible de satisfacer en las condiciones normales de la vida. Pero, dicen los otros, lo más extraño era el embrujo: no hacía mas que reproducir el canto de los hombres, y, como las Sirenas, aún siendo sólo animales, muy bellos a causa del reflejo de la belleza femenina, podían cantar como cantan los hombres, convertían el canto en algo tan insólito que hacían surgir en quién lo escuchaba la sospecha de inhumanidad en todo canto humano. Por tanto, ¿es de desesperación de lo que habrían muerto los hombres, apasionados de su propio canto? Por una desesperación muy cercana al rapto. Había algo maravilloso en este canto real, canto común, secreto, canto simple y cotidiano, que no podían sino reconocer enseguida, cantando irrealmente por potencias extrañas y, digamos, imaginarias, canto del abismo que, una vez escuchado, abría en cada palabra un abismo e invitaba con fuerza a desaparecer en él. Este canto, no lo olvidemos, iba dirigido a navegantes, gentes de riesgo y ademán audaz, y él mismo era navegación: era una distancia, y lo que revelaba era la posibilidad de recorrerla, de hacer del canto el movimiento hacia el canto y de este movimiento la expresión del mayor de los deseos. (cap. I de El libro que vendrá). M. Blanchot Jose Mª Ripalda. Universidad Nacional de Educación a Distancia.
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