03. 1 O LE SAUTERELLE

 
*¿De dónde procede todo eso, ese poder de desarraigo, de destrucción o de cambio, en las primeras palabras escritas mirando al cielo, en la soledad del cielo, palabras por sí mismas sin porvenir ni pretensión: <(el)lo- el mar>?.

* Seguramente resulta satisfactorio ( demasiado satisfactorio) pensar que, por el mero hecho de que algo del estilo de estas palabras <(el)lo-el mar>, con la exigencia que resulta de ellas y de la cual también ellas son el resultado, se escribe, en alguna parte se inscribe la posibilidad, si quiera para una de ellas, de una transformación radical, es decir, de su supresión como existencia personal. Posibilidad: nada más.

* No saques ninguna consecuencia de esas palabras escritas un día ( que fueron o habrían sido al tiempo y asimismo otras palabras) ni siquiera de la exigencia de escribir, suponiendo que, en efecto, te hubieran encargado de ella, tal como estás persuadido y, a veces, disuadido: todo lo que podrías retener de ello no serviría más que para unificar, presuntuosamente, una existencia insignificante y (por la proposición de dicha exigencia de escritura misma) algo retirada, sin embargo, de la unidad. No esperes, si tal es tu esperanza- y hay que ponerlo en duda-,unificar tu existencia, introducir en ella, (el) pasado, cierta coherencia por medio de la escritura que desunifica.

* Escribir como cuestión de escribir, cuestión que sustenta la escritura que sustenta la cuestión, no te permite ya aquella relación con el ser-entendido, en primer lugar, como tradición, orden, certeza, verdad, toda forma de arraigo-que recibiste un día del pasado del mundo, ámbito que estaba llamado a regir a fin de fortalecer tu<Yo>, aunque este estaba como figurado, desde el día en que el cielo se abrió a su vacío.
En vano, trataré de representarme a aquel que yo no era y que, sin quererlo, empezaba a escribir, escribiendo <y entonces a sabiendas> de tal modo que el puro producto de no hacer nada se introducía en el mundo y en su mundo. Esto ocurría <por la noche>. De día, estaban los actos del día, las frases cotidianas, la escritura cotidiana, algunas afirmaciones, valores, costumbres, nada de importancia y, no obstante, algo que era preciso confusamente denominar la vida. La certeza de que al escribir ponía precisamente entre paréntesis dicha certeza, incluso la certeza de sí mismo como sujeto de escribir, recondujo lenta pero inmediatamente a un espacio vacío cuyo vacío (el cero tachado, heráldico) no impedía en absoluto las vueltas y las revueltas de un recorrido muy largo.

*En aquella ciudad, sabía que había gente que no se trataba con nadie, y entonces tenía que preguntárselo: ¿Cómo lo sabía? Quizá no era algo que sabía sino algo comprendido en el saber. Saber cualquier otra cosa le obligaba a saber de antemano aquello o a no saberlo. ¿Cómo resistir a partid de ahí, a la tentación –al deseo-de partir en su búsqueda?<¿Cómo hacer para encontrarse con ello?>-<Pero si no hay nada más sencillo: se topará con ellos>. Eran varios, de eso también podía estar seguro. Varios:¿Vivían juntos o juntos y separados? Varios-aquello quizá le ayudaba solo a no pensarlo de una manera muy precisa: gente..


Maurice  Blanchot
El paso (no) más allá