*¿De dónde procede todo eso, ese poder de desarraigo, de
destrucción o de cambio, en las primeras palabras escritas mirando al cielo, en
la soledad del cielo, palabras por sí mismas sin porvenir ni pretensión:
<(el)lo- el mar>?.
* Seguramente resulta satisfactorio ( demasiado
satisfactorio) pensar que, por el mero hecho de que algo del estilo de estas
palabras <(el)lo-el mar>, con la exigencia que resulta de ellas y de la
cual también ellas son el resultado, se escribe, en alguna parte se inscribe la
posibilidad, si quiera para una de ellas, de una transformación radical, es
decir, de su supresión como existencia personal. Posibilidad: nada más.
* No saques ninguna consecuencia de esas palabras escritas
un día ( que fueron o habrían sido al tiempo y asimismo otras palabras) ni
siquiera de la exigencia de escribir, suponiendo que, en efecto, te hubieran
encargado de ella, tal como estás persuadido y, a veces, disuadido: todo lo que
podrías retener de ello no serviría más que para unificar, presuntuosamente, una
existencia insignificante y (por la proposición de dicha exigencia de escritura
misma) algo retirada, sin embargo, de la unidad. No esperes, si tal es tu
esperanza- y hay que ponerlo en duda-,unificar tu existencia, introducir en
ella, (el) pasado, cierta coherencia por medio de la escritura que desunifica.
* Escribir como cuestión de escribir, cuestión que sustenta
la escritura que sustenta la cuestión, no te permite ya aquella relación con el
ser-entendido, en primer lugar, como tradición, orden, certeza, verdad, toda
forma de arraigo-que recibiste un día del pasado del mundo, ámbito que estaba
llamado a regir a fin de fortalecer tu<Yo>, aunque este estaba como
figurado, desde el día en que el cielo se abrió a su vacío.
En vano, trataré de representarme a aquel que yo no era y
que, sin quererlo, empezaba a escribir, escribiendo <y entonces a
sabiendas> de tal modo que el puro producto de no hacer nada se introducía
en el mundo y en su mundo. Esto ocurría <por la noche>. De día, estaban
los actos del día, las frases cotidianas, la escritura cotidiana, algunas
afirmaciones, valores, costumbres, nada de importancia y, no obstante, algo que
era preciso confusamente denominar la vida. La certeza de que al escribir ponía
precisamente entre paréntesis dicha certeza, incluso la certeza de sí mismo
como sujeto de escribir, recondujo lenta pero inmediatamente a un espacio vacío
cuyo vacío (el cero tachado, heráldico) no impedía en absoluto las vueltas y
las revueltas de un recorrido muy largo.
*En aquella ciudad, sabía que había gente que no se
trataba con nadie, y entonces tenía que preguntárselo: ¿Cómo lo sabía? Quizá no
era algo que sabía sino algo comprendido en el saber. Saber cualquier otra cosa
le obligaba a saber de antemano aquello o a no saberlo. ¿Cómo resistir a partid
de ahí, a la tentación –al deseo-de partir en su búsqueda?<¿Cómo hacer para
encontrarse con ello?>-<Pero si no hay nada más sencillo: se topará con
ellos>. Eran varios, de eso también podía estar seguro. Varios:¿Vivían
juntos o juntos y separados? Varios-aquello quizá le ayudaba solo a no pensarlo
de una manera muy precisa: gente..
Maurice Blanchot
El paso (no) más allá