- La suerte no es más que otro nombre para el azar. Buena, mala, aún es suerte y , siempre, buena suerte. Lo mismo ocurre con la gracia que, a veces, es desgraciada sin renunciar a la extrema buena gracia que debe a su trascendencia. <Tengo suerte> quiere por lo tanto, decir: <Tengo azar>o, con más precisión entre <mí> y la necesidad de una ley existe esa relación de entredicho que, con seguridad, procede de la ley pero que ya siempre se ha dado la vuelta hasta entredecir esta última, provocando así un nexo de ruptura. El entredicho golpea a la ley. Se trata aquí de un acontecimiento escandaloso. La ley se aplica así misma el entredicho, y así, del modo más astuto (la augusta astucia de la ley), restaura otra ley, más elevada, es decir, más distinta en relación más decisiva con la alteridad de la que se supone entonces que procede la interdicción. El azar-o la suerte o la gracia que pone la ley entre paréntesis, de acuerdo con el tiempo, fuera de tiempo- es reintroducido de esta forma bajo la jurisdicción de otra ley, hasta que esta a su vez- y, a su vez…Queda por determinar en qué relación ni legal ni fortuita estaría el movimiento que siempre plantearía a partir de la transgresión, otra ley, distinta, lo mismo que a partir de la ley y como su otro la transgresión, movimiento de alteridad, sin ley, sin azar, movimiento que no nombramos en modo alguno con lo negativo de dichas palabras.
<Tengo suerte.>Fórmula tan
fuerte como descarada, pues la suerte desposee y desapropia. Lo cual, ¡jugador
que pretendes hablar en nombre del juego!, vendría a decir poseo lo que
desposee, siendo la relación de desposesión,. Lo que viene a decir que no hay
suerte para la suerte y que la única suerte residiría en esa relación anónima
que, a su vez no podría ser llamada suerte o sólo aquella suerte que no acaece,
y con la que lo neutro jugaría dejando que esta se burle de él.
- Trascendencia, transgresión: nombres demasiado próximos entre sí para que no nos hagan desconfiar.¿Acaso no sería la transgresión una manera menos comprometida de nombrar la <trascendencia> haciendo como que la aleja de su sentido teológico? Ya sea moral, lógica o filosófica, ¿acaso no sigue la transgresión haciendo alusión a lo que queda de sagrado tanto en el pensamiento del límite como en esa demarcación, imposible de ser pensada, que, en todo pensamiento, introduciría el franqueamiento nunca y siempre cumplido del límite? Incluso la noción de corte, en su rigor y estrictamente epistemológico, abre paso a todos los compromisos con un poder de rebasamiento (o de ruptura) que siempre estamos dispuestos a dejar nos sean concedidos, aunque sea a título de metáfora.
Maurice Blanchot
El paso (no) más allá