04. EXPOSICIONES O LA FOUGADE

 
  • Niestzsche (si su nombre sirve para nombrar la ley del eterno retorno) y Hegel (si su nombre invita a pensar la presencia como todo y el todo como presencia) nos permiten esbozar una mitología: Niestzsche sólo puede venir después de Hegel, pero viene y vuelve a venir siempre antes de Hegel y siempre después de Hegel. Antes: porque, incluso pensada como lo absoluto la presencia jamás a reunido en sí misma la cumplida totalidad de saber; la presencia se sabe absoluta, mas su saber sigue siendo un saber relativo, dado que no se ha cumplido prácticamente y, por ello, se sabe sólo como un presente prácticamente no satisfecho, no reconciliado con la presencia como todo: de ahí que Hegel no sea aún más que un seudoHegel. Y Niestzche viene siempre después y, en dicho cumplimiento, su destrucción absoluta, de forma que, entonces, el eterno retorno, que afirma el futuro y el pasado como únicas instancias temporales y como instancias idénticas y sin relación y que libera el porvenir de todo presente y el pasado de toda presencia, hace añicos el pensamiento, hasta esta afirmación infinita: en el futuro retornará infinitamente lo que bajo ninguna forma ni jamás podría ser presente, lo mismo que, en el pasado, infinitamente ha retornado lo que, del pasado, no ha pertenecido jamás ni bajo forma alguna a un presente. Para Niestzsche, está es, en lo sucesivo, la exigencia que hay que vivir y pensar. Y la escritura sola puede responder a semejante exigencia, con la condición de que el discurso, cumplido ya como logos, le retire toda base sobre la que podría declararse o sostenerse y la exponga a la amenaza, albano prestigio de lo que ya nadie se atrevería a nombrar: escritura loca.

La locura del ( todo retorna) posee un primer rasgo sencillo, como portadora de la extravagancia de formas o de relaciones que se excluyen. Fórmula, en lenguaje hegeliano, lo que no puede más que destruir dicho lenguaje. Sin embargo, dicha formulación no es un anacronismo accidental. El anacronismo es su necesidad: el <retraso ideológico> es su hora exacta, al igual que no puede destruir más que lo que se acaba y se cumple en ella y ello con el rigor del cumplimiento que la destruye a ella misma. <Todo retorna>: es el logos de la totalidad. Para que <todo> retorne es preciso que la totalidad haya recibido, del discurso y de la práctica su sentido y la plena realización de sus sentido. Y es preciso que el presente sea la instancia temporal única para que se afirme la totalidad de la presencia y como presencia. Pero <todo retorna> decide que lo infinito del retorno no puede tener la forma de la circularidad del todo y decide que ningún retorno puede afirmarse en (el) presente (ya sea dicho presente futuro o ya sea un presente pasado), es decir, que no puede afirmarse más que excluyendo toda posibilidad y experiencia de una presencia o afirmando un tiempo sin presente: libre de toda afirmación, incluso en el caso de que esta se refiera a un tiempo sin presente. El pensamiento del todo retorna piensa el tiempo destruyéndolo; ahora bien, gracias a dicha destrucción que parece reducirlo a dos instancias temporales, lo piensa como infinito, infinitud de ruptura o interrupción que sustituye la eternidad presente por una ausencia infinita.
Al decir esto, no decimos casi nada. No poseemos lenguaje alguno para afirmar el retorno de acuerdo con la exigencia desviada que nos llega de él, y el lenguaje se ha venido abajo en Niestsche cuando, con un mortal deseo, él a querido conducirlo hasta la afirmación imposible.

  • Despertar su atención: no tenía que hacer nada para eso; siempre alerta, hasta el punto que no parecía quedar de él más que el vacío de una vigilancia, la ausencia, no obstante distraída, de la falta de atención.
  • La esperanza de transgredir la ley estaba ligada a la decepción que, en el movimiento mismo de transgresión le conducía a dictar una ley semejante, aunque con más poder, que había que transgredir entonces de nuevo, sin esperanza de conseguirlo más que dictando de nuevo una ley siempre superior, lo cual convertía el tránsito infinito de la ley a su transgresión y el de dicha transgresión a otra ley en la única infracción capaz mantener la eternidad de su deseo.

Maurice  Blanchot
El paso (no) más allá